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Reina de la vendimia, por Ramiro Rivas

 

      


   El crítico y académico Román Soto, en su ensayo “Continuidad y Cambio: sobre el héroe en la novela chilena”, realiza un exhaustivo análisis sobre este tema fundamental en la literatura chilena. “La literatura -dice- no es otra cosa que tradición y cambio: cada nueva novela supone tanto la continuidad de la tradición que la precede como su modificación. Del mismo modo, cada lectura supone un diálogo con las anteriores”. Recurro a esta cita, para referirme al libro de relatos de Miguel de Loyola, “Reina de la vendimia”. Conjunto narrativo que mira y recoge elementos de nuestra tradición y los reincorpora al presente. Selección cuentística que funciona con un tour de forcealrededor del vino. En efecto, todos los relatos están relacionados a esta bebida en diversas circunstancias. Labor ambiciosa para sostener una exigencia que se torna dificultosa y con riesgos de incurrir en una monotonía temática. Pero el autor apela a una suerte de crónicas regionalistas, a estampas del pasado y personajes relacionados con la zona vitivinícula de la región del Maule. Cada anécdota del libro posee algún vínculo con la producción de este antiquísimo brebaje.

          “Como toda construcción verbal, el personaje es un efecto del discurso: una invención”, afirma un crítico. En esta selección, los protagonistas de estas historias son producto de situaciones comunes que adquieren presencia concreta según las tipificaciones y circunstancias acaecidas. En su mayoría, son seres que funcionan en una realidad acotada: la región del Maule.

          En el cuento “Reina de la vendimia”, que da título al libro, se describe la fiesta que corona a la reina, que recae en la joven más hermosa del sector. Acontecimiento que origina la admiración de los jóvenes trabajadores de las viñas, así como la de los hijos de los acaudalados viñateros maulinos. Son anécdotas simples, de amores frustrados, de emprendimientos de hombres esforzados que se desviven por producir sus viñedos en tierras a veces no aptas para este tipo de plantaciones. En fin, las historias se desarrollan con naturalidad, con un lenguaje levemente próximo al empleado por los escritores criollistas del pasado.

          Miguel de Loyola, autor de una decena de publicaciones, en varios de sus obras anteriores, especialmente en sus libros de cuentos “Esa vieja nostalgia” (2010), “Cuentos interprovinciales” (2012) y “Cuentos del maule” (2007), se ha preocupado, con bastante esmero, a incluir en sus textos aspectos regionalistas de esta zona, de donde es originario.

En la pluralidad de sistemas literarios que conviven en la actualidad, es poco común que un escritor recurra a nuestra tradición. Cada vez más los escritores asumen exigencias o expectativas nuevas, en busca de una dinámica que los caracterice y los diferencie de las corrientes narrativas convencionales. Miguel de Loyola lo sabe, pero se esfuerza, en algunos de sus libros, en revivir el pasado y las costumbres ancestrales de la tierra de los viñedos. Esto no denota que toda la creación de este autor esté centralizada en esas temáticas. Pero escenificar esa propuesta, que la modernidad de la urbe ha borrado de la memoria, lo torna más significativo y valioso.

          En el cuento “De los orígenes”, el autor incorpora una cita de Tucídides que, en cierta forma, refleja la perseverancia de estos primeros viñateros de la región: “Las gentes del Mediterráneo empezaron a emerger del barbarismo cuando aprendieron a cultivar el olivo y la vid”, tal como sucedió con muchos de estos campesinos.

         No deja de ser interesante y atípico, perseverar en este tipo de escritura, después de observar la serie de movimientos literarios que se han desarrollado en el mundo contemporáneo, como el criollismo, el imaginismo, el realismo social, el surrealismo, la novela psicológica, el existencialismo, el fragmentarismo narrativo y una gran variedad de experimentalismos formales y de lenguaje que caracteriza la literatura de nuestros días.

         En algunos ensayos se habla de la falta de memoria, calificándola como “debilidad de la conciencia histórica”, es decir, la incapacidad de reconocer o recordar, por último, la importancia de las generaciones que nos precedieron. Esto se ha tornado sistemático en la literatura chilena. Muchos escritores o simplemente la desconocen o no les interesa escudriñar en escrituras que forjaron nuestra tradición. Miguel de Loyola es un raro ejemplo de escritor que ha incursionado, en algunos de sus libros, estas temáticas rurales, otorgándole una vigencia y una renovación valórica.

          Escribir del campo, de una ruralidad desconocida para muchos, es un acto de reconocimiento a una etapa de nuestra literatura que aportó visibilidad a pueblos y pequeños villorrios de provincia. Escritores como Mariano Latorre, padre del criollismo en Chile, ahora una rareza para las nuevas generaciones, dejó una señal y un registro de la vida rural de una época. Ahí el valor de escritores como Miguel de Loyola que se aboquen a retratar en pleno siglo XXI las costumbres y la riqueza folclórica de estos pueblos olvidados por la mayoría.

         Por último, la lectura de este libro, muy bien editado por Signo Editorial, escrito con sencillez y dedicación, demuestra una clara intención en recrear nuestras arcanas costumbres, aportando una mirada diferente y esperanzadora de un mundo mejor.

 “REINA DE LA VENDIMIA”, Miguel de Loyola.  SIGNO EDITORIAL, 2023, 115 PÁGINAS.

Por Ramiro rivas. Julio del 2024

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