El Jugador tiene como escenario Alemania, concretamente, la ciudad "ficticia" denominada por Dostoievski Ruletemburgo (Wiesbaden en la realidad, donde el propio Dostoievski estuvo en los años 1862,1863 y 1865). Hasta allí ha viajado la familia del general Zagorianski, compuesta por sus dos hijos pequeños huérfanos de madre (Misha y Sadia) y Polina Alexándrovna, la hijastra, también María Filíppovna, además de la servidumbre que solía acompañar a las familias aristócratas en sus viajes al extranjero.

Quien
nos pone al corriente de la historia, es el outchitel (maestro) de los niños,
que también viaja en el grupo. En dicho balneario, el general está en pleno
romance con mademoiselle Blanche, hospedada en el mismo hotel por cuenta del
militar. Además, su acreedor, el francés Des Grieux, a quien el uniformado le
ha hipotecado todos sus bienes, con la esperanza de recuperarlos tras la muerte
de su tía, hecho que calcula inminente.
El
narrador enfoca su relato en el conflicto que está pasando el militar y su
familia en espera de la noticia de la muerte de la anciana, antes de pasar a
contarnos el suyo propio, cuya raíz parte de su amor imposible por la joven
Polina.
Contrariamente
a lo esperado por todos, llega en forma repentina la supuesta enferma agónica a
Ruletemburgo (Antonida Vasílievna), frustrando así los sueños de quienes
esperaban noticias de su muerte. La anciana, cuyo carácter resulta
impresionante para su edad —y el que pone en evidencia la firmeza de la mujer
rusa perteneciente a su clase—, enloquece con la ruleta y pierde jugando una
suma desorbitante, que pondrá en peligro los intereses de la herencia que espera
recibir el general. Cabe señalar que el juego de la ruleta no es bien mirado
para las personas de cierta categoría social, y, por lo tanto, esta entrada de
la octogenaria rusa al casino, causará revuelo en el ambiente.
Ahora
bien, es posible entrever la jugarreta de Dostoievski para reírse en las barbas
de la aristocracia rusa en esta novela. Asunto que, como sabemos, caracteriza
la gran mayoría de sus obras. Pero la carcajada no sólo va para la clase
dominante, como veremos más adelante, sino respecto al hombre en general, en
tanto títere de sus propias pasiones. Este general arruinado, además de
pintarlo como un papas nata, absolutamente manejable por sus propias
debilidades, resulta la antítesis de la imagen que representaban los militares
en aquella época. Cabe recordar que en esos años, y especialmente en Rusia,
todavía la carrera de las armas constituía un rasgo de nobleza. La aparición de
la octogenaria, a su vez, que enloquece frente a la ruleta y pierde jugando
parte nada despreciable de su pecunio (noventa mil rublos) y se niega a salvar
la situación económica que pasa su sobrino, ya por avaricia o por despecho,
constituye también otro rasgo realzado por el novelista para ridiculizar la
situación y denunciar también que la pasión por el juego o por el amor, en el
caso del general, afecta tanto a nobles como villanos.
Por
otra parte, en una línea paralela corre la vida del narrador Aleixéi Ivánovich,
quien, como sabemos, está enamorado de Polina, aunque sin esperanza, dada su
posición social. Sin embargo, el desastre provocado por la aparición de la
abuela, que termina por desmoronar el entramado de mentiras que sostiene las
esperanzas de todos —incluido el francés que se va y cobra la hipoteca, la
propia Blanche que abandona al general cuando comprende que éste todavía no
tiene ninguna posiblidad de heredar de su tía —, Aleixéi se convierte en el
salvador de Polina, cuya dote a ido también a parar a manos del francés.
Estimulado por el deseo de ayudar a su amada que le ha confesado pocas horas
antes su amor por él, gana jugando a la ruleta una suma impresionante de
dinero. Pero enloquece al extremo de perder sus ideales, y en vez de salvar a
su amada, parte con mademoiselle Blanche a París, convertido en su nuevo
amante.
Por un
lado Dostoievski nos sumerge en la personalidad del jugador, sujeto vehemente, incapaz
de razonar, inclinado a esa pasión delirante que lo lleva a perder la cordura.
Y por otra, en el hombre que, una vez con dinero en el bolsillo, se transforma
en la antítesis del que fuera, traicionando así sus propios ideales.
La
atmósfera de la novela se torna así por momentos delirante, afectada por este
grupo de personas que rayan en la locura, y que sirven al escritor para exponer
su tesis alegórica, mostrando la ambigüedad y la falta de coherencia del alma
humana.
He
señalado en otros ensayos de que en la novela rusa se habla mucho de dinero,
expresado en cantidades concretas, las que dada la distancia con la época
resulta difícil precisar la correspondencia actual. Aunque tal vez poco importe
saberlo. Pero con ello se nos pone en evidencia la preocupación constante del
hombre de entonces, cosa que no ocurre en la novela actual, donde los
personajes son puro espíritu y sus reflexiones y problemas no pasan por hechos
concretos, sino puramente mentales. Dostoievski muestra también esta
problemática en situaciones concretas, lo mismo que el espesor psicológico de
sus personajes, sin las aproximaciones teóricas actuales que no consiguen
dibujarlo ante los ojos del lector como seres de carne y hueso.
Sabemos
que El jugador, Dostoievski lo escribió en un momento dramático de su
vida, aunque tal vez sea absurdo hablar de un momento, por cuanto su vida
estuvo siempre subrayada por esta característica. Después de enfrentar la
muerte de su primera esposa, la de su hermano y sus deudas, lo llevó a firmar
un contrato con la obligación de entregar una novela en el lapso de un mes del
año 1886, so pena de perder todos los derechos autorales de sus obras
anteriores. Para apurar la entrega, contrato los servicios de Anna Snitkina,
quien se encargó de las correcciones de estilo y de mecanografiar el texto.
Meses después de entregada la novela, se casó con ella.
Miguel
de Loyola - Santiago de Chile – año 2000
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