Serena, protagonista, hija de un obispo anglicano, es una joven agente de apenas 23 años de edad que tiene por misión enrolar a un escritor a una supuesta corporación benéfica, destinada secretamente a becar poetas y escritores jóvenes que no advienen al comunismo. Se trata de apoyar y destacar la obra del escritor que se ajusta a moldes tradicionales, ajenos al marxismo.
El engranaje de la novela funciona a la perfección. Ewan es un maestro para generar intrigas novelescas. La intriga que es, para la novela de todos los tiempos, la base indispensable en toda narración. Sin intriga, no hay novela para los ingleses, y por lo mismo la manejan con un cuidado único, como si se tratara del sofisticado mecanismo de un reloj a cuerda. Tal como ocurre en Operación dulce, cuyo decurso va involucrando al lector lentamente en la historia.
La novela avanza morosamente, recreando también la vida amorosa de esta agente que además de ser muy atractiva, capaz de enamorar a un importante profesor de su universidad, y a varios otros, se nos presenta como una joven inteligente y bastante madura para su edad. Al punto que en más de un momento ronda la duda, y aquí habría que señalar que en ese sentido podría pecar de falta de verosimilitud, si Serena puede tener los apenas 23 años que dice tener, para emitir los juicios y reflexiones a los que llega. A través de ella, el lector pasea por la historia y se mete en la complejidad mental inglesa.
Operación dulce está contada en primera persona, por la propia voz de la protagonista, siguiendo el modelo que hoy campea en la novela mundial, buscando esa conexión íntima con el lector proporcionada por la primera persona singular. Un estilo simple y directo que ha venido a suplantar los truncados retruécanos y yuxtaposiciones de otros tiempos.
Miguel de Loyola - El Quisco - Febrero de 2017
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