Mi sombra me persigue con un puñal en la mano, dispuesta a clavármelo al menor descuido, al menor olvido. Debo andar atento, estar atento en todo momento, de lo contrario me apuñala. Sé que es mi peor enemigo, el más temible, si me descuido me clavará el puñal sin asco en cualquier momento. Cierto es que nunca he podido sacármela de encima, me sigue, me persigue de manera implacable a donde quiera que vaya. He viajado, he huido por el mundo pensando que es la única manera de alejarla, pero viaja conmigo como una impronta, como una carga que llevo desde un principio, desde mis primeros pasos en este mundo, desde que aprendí a caminar por calles y pasadizos. Es un castigo ineludible, si no la mato terminará por matarme algún día. Lo sé, lo sé, lo he sabido siempre, pero nunca lo he logrado, se escabulle, se esconde, se esfuma cuando estoy más decidido de la necesidad de acabar con ella, sabe también que luego me arrepiento, que vacilo, que dudo si debo o no debo hacerlo, si ese acto me convertirá en un criminal definitivo, y las consecuencias podrían ser aún peores. Ella lo sabe, lo intuye, es astuta, hábil, conoce mis flaquezas de espíritu, mis estrategias mentales, mis artilugios de conciencia para convencerme de cualquier cosa. Conoce mis trampas, las que voy urdiendo y armando día a día. Sabe que soy un trampero, un tramposo de mi mismo.¡Oh, cuánto la odio, cuánto la detesto, cuánto añoro sacármela de encima!
Miguel de Loyola – Santiago de Chile
– Julio del 2025
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