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Disco 40

 


Loreto suele venir los viernes a la Disco 40 para divorciados, donde se junta gente de diferentes edades, aunque el máximo no supera los sesenta años. Hasta esa edad se puede todavía reconstruir la vida, después no, sugiere la mayoría de los visitantes. Loreto tiene recién cuarenta y algo. Se sabe guapa, atractiva para los hombres, en la calle recibe piropos a menudo, comentan sus amigas cuando hablan sobre temas relacionados.  Su matrimonio no le dejó hijos, así que conserva el cuerpo de la mujer soltera. Se siente joven bailando, su cabellera es dócil como de chiquilla y su sonrisa carece de aquel dejo amargo de otras divorciadas. Sin embargo, lleva tres años sola y no encuentra una pareja estable, salvo amantes que no dan para ir con ellos más allá de la cama. Eso la incomoda.

Pensaba que sería fácil hallar a un tipo interesante en la Disco 40 que Gabriela tanto recomendaba como el lugar apropiado para las mujeres divorciadas. Ella encontró a su nueva pareja allí un viernes por la noche, y por eso recomienda el lugar para rehacer vidas resquebrajadas. Vidas rotas, dice, y a mi esa expresión me resulta muy apropiada, aunque alarmante. ¿No se siente así una después de separarse?

La discoteca tiene ese objetivo: servir de punto de encuentro para los fracasados.  El dueño lo pensó así desde un principio, lo creó como un refugio después que su mujer lo abandonó por otro hombre. No hallaba a dónde ir sin sentirme estigmatizado, como un pobre tipo abandonado por su mujer; suele confidenciar a sus empleados durante la primera entrevista, agregando que se trata de un espacio que hacía mucha falta en el medio capitalino, ahora que los matrimonios duran tan poco, remata esbozando una sonrisita sarcástica, apenas dejando al trasluz una línea de dentadura salpicada. Pero tiene razón, todos llegan a la Disco 40 tristes la primera vez, pero se van bastante animados; caras sonrientes, rostros esperanzados. La mejor prueba es que regresan a la semana siguiente a retomar el punto donde lo han dejado. El ambiente es grato, la música variada, el DJ un experto, sondea el gusto musical poniendo algunos discos claves. Después, una vez rastreadas las preferencias, se larga con una seguidilla de temas. y la gente no para en toda la noche de bailar. Por cierto, del fragor del baile depende el movimiento del bar, y el dueño lo sabe, por eso elije al DJ con la punta de los dedos, asegurándose de sus sensibilidades. Es un tipo que ha puesto toda su inteligencia en el negocio, y de ahí su éxito.

En la Disco 40 las mujeres no se hacen problemas para bailar entre ellas si no hay un  hombre que las acompañe. Eso de bailar en parejas quedó enterrado en el siglo pasado. Sin embargo, a Loreto le costó un mundo al principio acostumbrarse. Era la única en su grupo que se quedaba sentada cuando el resto salía a la pista.  Esperaba sumisa que alguien la sacara a bailar, pero hombres con esas costumbres por aquí ya no se ven más, y supongo que en otras partes tampoco.  También ellos bailan solos  y es recién en la pista donde se mezclan los sexos, sin mayores preámbulos. Todo resulta así natural, espontáneo, algo así como una gran casualidad. Bailan en rueda, haciendo rondas a veces, y si les tinca alguien, terminan conociéndose, dándose los nombres, apartándose luego hacia un lado para conversar. A partir de ese momento comienzan a cambiar sus expresiones faciales. Quienes llegan con cara de funeral, al rato se vuelven rostros radiantes de felicidad. Vuelven a ser jóvenes otra vez, al menos de semblante, lo que no es poco decir. Las aventuras amorosas tienen ese encanto particular de transformar a las personas al punto de volverlas a un estado original.

Loreto dejó de ser la mujer cohibida del principio hace mucho rato, y ahora es ella quien lleva la batuta cuando aparece una chica nueva que se rehúsa a bailar sin pareja. Su poder de seducción es impresionante, se ha convertido en otra persona en la Disco 40. Aquí lo comentamos la semana pasada, siempre disfrutamos de los cambios de los clientes, es parte de nuestro trabajo estar atentas a esas cosas, al dueño le interesa estar siempre al tanto, porque de otra manera el negocio no funciona, dice. Por eso lamentamos ahora que Loreto se haya vuelto loca por un tipo que conoció la semana ante pasada. Renato es un tipo casado, un falso divorciado y aunque todos lo saben en la Disco, a nadie parece  importarle, en cambio nosotras pensamos que eso va contra las reglas. Loreto no lo sabe y si lo sabe no quiere creerlo, prefiere ignorarlo. Está tan ilusionada que prefiere cerrar los ojos dispuesta a seguir adelante.

Ese viernes cuando se lo dije a ella por encargo del dueño, en vez de agradecerme, me trató de intrusa. No es problema tuyo, me advirtió con una expresión amenazante. Las mujeres tontas no se acabaran nunca le contesté enfurecida, porque me sacó de quicio. Eso la indignó, quería denunciarme al dueño. Por suerte Darío no la recibió. No está en la Disco este fin de semana, le mentí. Entonces le expliqué con más calma que conocía a Renato y por eso quería ponerla sobre aviso. El tipo es un infame que engaña a las divorciadas haciéndose pasar por soltero y algunas caen como abejas en la miel. Loreto dijo que eso no me incumbía, que estaba fuera de mis atribuciones, y hasta ahí llegó nuestra conversación.

En cualquier caso la situación me tuvo muy confundida y decepcionada,  hasta tuve deseos de retirarme ese mismo día del trabajo. Esperaba otra cosa de la Disco 40, también de Loreto, por supuesto. Confiaba en que había aprendido la lección de las separadas. Pero no. El tipo la dejará cualquier viernes cuando le guste otra pajarita recién llegada. Le llevo en la cuenta una docena desde que trabajo aquí. Incluso también anduvo al principio haciéndome ojitos a mi, aunque conmigo no le resultó. Tendría que estar loca para enredarme otra vez con un hombre. Son todos iguales.

 

Miguel de Loyola – Cuentos inéditos 2021

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