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Cero sentido común

 


Tengo la impresión que Descartes se equivocó cuando sostuvo: ” Nada hay más bien esparcido que el sentido común” Hemos visto la falta de dicho sentido por estas lejanías, por estos países ha sido notoria su carencia, especialmente en personeros gubernamentales a la hora de tratar y llevar a cabo asuntos públicos, en gobernantes y gobernados. Se puede notar incluso en quienes manejan el tránsito vehicular en nuestras calles, reduciendo las pistas, cuando —debido al aumento cada vez mayor de automóviles­— es hora de ensancharlas. En el absurdo de introducir a troche moche microbuses kilométricos en calles donde apenas caben autobuses enanos. En insistir en vías segmentadas donde ni siquiera caben los automóviles particulares, en  incrustar ciclo-vías allí donde nadie las reclama. Ni hablar de los manejos de fondos públicos, donde el sentido común ha sido superado por la codicia y la infamia. Algunos proyectos sin destino posible se llevan millonadas y otros de mayor importancia apenas consiguen unas cuantas chauchas. En las demandas de  grupos minoritarios que terminan imponiéndose por sobre los mayoritarios sin sentido alguno.  

No cabe duda que lo que está faltando a nuestros pueblos es dicho sentido común para entender que no basta con exigir, también hay que ceder para llegar a acuerdos. La sociedad se construye y constituye sobre la base de un sentido común que permite el entendimiento y respeto entre unos y otros. No hay sentido común cuando se insiste en interpretar todavía a estas alturas la realidad en blanco y negro, entre buenos y malos, entre izquierdas y derechas recalcitrantes, dejando afuera a la inmensa mayoría de la gente que luce colores bastante más transparentes.

La pregunta es dónde se consigue el sentido común: ¿Se compra? ¿Se hereda? ¿Se aprende? ¿Se remata en alguna parte? Aquí no cabe tirarle la pelota a la genética, como suele hacerse ahora con todo aquello que la ciencia no resuelve ni entiende. Más bien corresponde apuntar a la educación, hacia —mejor dicho— la falta de educación, hacia los planes educacionales cada vez más alejados del sentido común, como suelen ser los programas diseñados por “especialistas” que no han pisado ni pisarán jamás una sala de clase. Por allí está la cuestión, de seguro por ahí se inocula el germen que se devora  el sentido común de nuestros pueblos.

 

Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Octubre del 2024

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