Antonio Skármeta se fue de este mundo seguramente tan feliz como vivió su vida. Sin duda un escritor afortunado, exitoso, reconocido y famoso escritor. Un tipo que supo hacer su negocio, siguiendo de muy joven su vocación, contando además desde sus comienzos con el apoyo de su padre, figura esencial en su carrera. Sus primeras obras publicadas por la década de los ´60 causaron revuelo y fueron lectura imperdible para su generación y la subsiguiente. En sus primeros relatos desborda su entusiasmo de muchacho, esa alegría de vivir que caracteriza a los jóvenes de todos los tiempos, y también los sufrimientos propios de la edad: amores rotos, desengaños, apreturas económicas. Con un estilo coloquial, ajustado al habla cotidiana, describe las vivencias de sus personajes, dejando espacio para la trascendencia de las emociones. No hay temas ni formas rebuscadas en sus primeros cuentos, la prosa brota de manera natural, genuina, como el arroyo que corre sobre un lecho de piedras. No así en sus novelas posteriores, donde toma un discurso ligeramente más distante al coloquial. Gran admirador de Neruda, terminó haciendo referencia al Poeta en la mayoría de sus obras, escribiendo además la novela que catapultó al cine su obra. Neruda juega un papel fundamental en su vida y sostiene amistad con él desde muy joven. En su libro autobiográfico Neruda por Skármeta, recuerda momentos estelares vividos junto al poeta en distintos momentos, en particular la cena en que Juan Rulfo estuvo con el Poeta en su casa de Isla Negra y le pidió a él, Skármeta, sentarse al lado suyo para poder quebrar el silencio de Rulfo. Es sabido y comentado a voces que nadie le sacaba una palabra de la boca al eximio narrador mexicano, pero de seguro Skármeta, joven y alegre, debió sacarle unas cuantas. Su exilio en Alemania tras el Golpe, no amilanó sus ánimos para proseguir su carrera de escritor, allá fue donde, en definitiva, escribió sus obras más reconocidas y de mayor venta en el mercado del libro. Allí de seguro aprendió in situ el arte del kitsch que introdujo en sus obras, otorgándole ese sabor de universalidad que toda obra mayor requiere para traspasar fronteras. De vuelta en Chile, mantuvo un perfil bastante más moderado de lo que esperaba el medio literario, ansioso de reencontrar a sus ídolos después de esa larga noche de oscuridad que pasó el país. Su programa televisivo El Show de los libros, fue acaso su propuesta de exposición personal más atrevida después de su retorno. El Show consiguió poner a los escritores y sus libros sino en un primer plano, al menos visible ante los ojos de un país enceguecido tras los años de dictadura. Luego, tras el fin de dicho programa, vendría un silencio prolongado, debido acaso a sus compromisos en el extranjero por motivo de sus películas. La prensa en Chile, mezquina como siempre, tampoco se interesó en sacarle mayor partido a un escritor que tenía tanto que contar y enseñar a las nuevas generaciones. Antonio Skármeta nació el año 1940 y tuvo el privilegio de estudiar y enseñar en el Pedagógico, cuando aquel recinto universitario congregaba a los maestros más notables que Chile tuvo en el siglo recién pasado. Sin duda, eso también contribuyó a sus éxitos.
Miguel de Loyola – Santiago de Chile – Octubre del 2024
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