Picardía
es lo que hay en las obras de Roberto Arlt, una picardía que recuerda al
Lazarillo de Tormes y sus villanías. El deseo de reír, de hacer de los momentos
tristes o alegres de la vida un espectáculo irrisorio, está en sus obras acaso
como mensaje del autor, cargado con la ironía más profunda del hombre que sabe
cuál será exactamente su destino final.
En el
Juguete rabioso, Silvio Astier, apodado el Rubio, lleva de la
mano al lector por los laberintos de sus aventuras y desventuras juveniles,
insistiendo en que el trabajo es una condena, y no una salvación, y que es
preferible sustraer los bienes de otro, para evitar la denigración de trabajar,
aunque termine por sucumbir por la necesidad. El primer trabajo de Silvio en
una librería cuyo dueño es un napolitano despiadado, lo hará aborrecer aún más
el trabajo.
Por
cierto, destaca la destreza y agilidad de su prosa, impecable en la descripción
del espacio, junto a las características físicas y psicológicas de sus
personajes. La prosa de Arlt tiene mucho de Stevenson, por su precisión,
entusiasmo y grado de entretención. Es una prosa que no agota, si no más más
bien inspira, e invita a seguir leyendo hasta la última página, aunque la
historia en sí misma, vaya perdiendo su sentido original y desemboque en
cualquier parte. Como ocurre en El juguete rabioso, donde la vuelta de
tuerca de la narración descoloca por completo al lector, dejándolo perplejo.
Arlt
es un autor que bien vale la pena releer, para disfrutar el gusto por la
lectura. Un asunto un tanto olvidado por las nuevas narrativas que tienen esa
impronta del desaliento de sus personajes frente al mundo y suelen desembocar invariablemente
en el sinsentido de sus existencias. “Así
es la vida, quejarse siempre de lo que fue”, sostiene por allí el personaje,
reclamando un cambio de mirada y actitud.
Miguel
de Loyola – Sanrtiago de Chile – Septiembre del 2019
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