Nocturno hindú de Antonio Tabucchi,
responde en parte a la estética minimalista en boga en Europa hasta hace
algunos años, historias que reducen la narración a secuencias mínimas,
envolviendo al lector en un clima enrarecido, cargado de incertidumbres, donde
no existe la posibilidad de hallar
certezas.
Un narrador
protagonista nos lleva a la India en busca de un supuesto amigo extraviado de
nombre Xavier, de origen portugués, pero del cual no obtendremos ninguna señal
ni pista por parte de otras personas que -nuevamente- supuestamente lo
conocieron en el pasado. Es decir, se trata de una búsqueda ambigua, sin
resultados posibles, pero que encamina hacia la alegoría metafórica de la
búsqueda de sí mismo que cada individuo debe recorrer en algún momento de su
vida para conocer y reconocer su situación en el mundo, un periplo, por cierto,
siempre cargado de sorpresas e incertidumbres. Tal vez este Xavier no existe,
tal vez nunca existió, y a quien verdaderamente busca el protagonista es a sí
mismo.
Roux, a quien
podemos identificar finalmente como el protagonista de la historia, recorrerá
las misteriosas ciudades de Bombay, Madrás, Goa, sin hallar una pista concreta
capaz de llevarlo al encuentro con su amigo. Sin saber, el lector, tampoco
mucho o nada acerca de Roux, salvo que es posiblemente norteamericano o inglés,
aunque también cabe la posibilidad que sea de origen portugués como su amigo.
En suma, la ambigüedad del relato es total, y Tabucchi se sirve hábilmente de
un escenario propicio para exacerbar la atmósfera del misterio existencial,
como lo es, sin duda, la India; en tanto paisaje desconocido, todavía no
delimitado por occidente, a pesar del colonialismo que invadió sus tierras por
largo tiempo, sin poder penetrar el corazón ni la cultura de sus pueblos. En
ese sentido, cabe la posibilidad de la denuncia soterrada existente en la
novela, de un colonialismo inservible para compenetrarse de la verdadera
identidad de cualquier pueblo ajeno a nuestra cultura.
Nocturno hindú es una novela de fácil
lectura por su brevedad, pero no de fácil comprensión por las conexiones
culturales a las que hace referencia. Sin embargo, permite al lector conectarse
con el misterio que es la vida misma, llevándolo a esa necesaria reflexión en
solitario que tanto escasea y hace falta hoy en un mundo, ahora sólo ansioso de
facilismos.
Miguel de Loyola
– Santiago de Chile – Año 2017.
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