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Requiem, Antonio Tabucchi.


La novela Requiem de Antonio Tabucchi es un verdadero homenaje a Pessoa, introduce al lector en esos ambientes oníricos tan clásicos y bien logrados en la obra del místico poeta y escritor portugués.
La maestría de Tabucchi en esta novela permite al lector tomar conocimiento de esa doble dimensión que habita en la literatura de Pessoa, donde apenas se distinguen esos planos que la conforman, manteniendo a los personajes sumidos en aquello que Pessoa denominara tan acertadamente desasosiego.  Estado de conciencia que permite ir más allá de lo real, o al menos de dudar de ello. Dudar de la vida y de los sueños, de la posibilidad de ser y también de no ser, de saberse seres efímeros lanzados a mundo incompresible y fantástico, habitados por los vivos y también por los muertos. Los diálogos en la novela tienen esa característica, y recuerdan también por supuesto, a Rulfo, y su inolvidable novela Pedro Páramo, donde escarba y conversa con los muertos, del mismo modo natural y cotidiano con que se suele hablar con los vivos. También, desde luego, remite a la obra de Saramago, El año de la muerte de Ricardo Reis, quien perfila el fantasma de Pessoa en páginas magistrales. 
Hay que destacar con mayúscula la genialidad de Tabucchi para ahondar en pocas páginas profundidades que otros escritores en mil no consiguen. El narrador lleva al lector por derroteros que sólo la metáfora literaria consigue perfilar de manera exacta, donde el pensamiento se funde en esa impresión de vida envuelta por la angustia existencial connatural al hombre. Tiempo y espacio son tratados aquí como una dimensión posible bajo cualquier circunstancia, conformando esos planos apenas comprensibles del inconsciente, pero tan lúcidos o más lúcidos que la consciencia misma. La novela es sin duda un viaje, un viaje tendiente a revelar el ser en su dimensión más trascendente. La sudoración excesiva del narrador personaje mientras recorre su itinerario por Lisboa marcado de encuentros singulares, le otorga la verosimilitud suficiente para creer su historia como cierta o posible. Porque la novela no prescinde del golpe realidad que toda obra narrativa requiere, aunque sea fantástica.
 Requiem es así un repaso por los territorios mas insospechados del inconsciente, que permiten al lector aquel diálogo maravilloso consigo mismo, despertando a través de su lectura, sueños y vivencias propias del pasado, como ocurre siempre con las obras que llamamos de arte. Verdaderos motores de introspección y búsqueda de lo inefable, de aquello que habitamos sin comprenderlo, pero que necesitamos conversarlo a soto voces, en medio del silencio, y en calidad de urgente.
El homenaje de Tabucchi en su Requiem termina así siendo poético, porque alumbra senderos donde sólo la palabra poética es capaz de revelar lo inefable. Una verdadera sinfonía imperdible para los amantes de la buena literatura, en tiempos donde abundan cada día más obras que desmerecen al género tan antiguo y necesario para permanecer vivos aún sabiendo a ciencia cierta nuestro destino fatal.

Miguel de Loyola - El Quisco - Septiembre del 2001.-

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