Owen Mackenzie es
un especialista en informática que se casa con Phyllis Goodhue, la mujer que
ama. Una compañera de universidad especialista en matemáticas, pero que una vez
casada y madre, olvida su pasión por los números.
El éxito de Owen y su socio
Ed en el aérea de la computación, le permite a Phyllis descansar en la solidez
económica alcanzada por los amigos empresarios. Estamos en pleno auge y
desarrollo de la informática y Owen junto a Ed se adelantan en ese campo cuando
otros recién comienzan. Se retiran de IBM e instalan su propia empresa.
La novela
discurre sobre la vida de Owen, desde su niñez hasta la misma vejez, llevando
al lector por los derroteros del protagonista, quien en primera persona nos acerca
hacia los aspectos más relevantes de su vida, que no están precisamente
relacionados con su actividad profesional, como ocurre con su socio Ed. Owen,
en cambio, focaliza su vida en torno a las mujeres que ha amado, ama, y podría
amar. Hay un claro interés de la novela por entregar un perfil acabado de la
mujer, y de allí su título. Evidentemente, desde la perspectiva peculiar del
hombre, y concretamente de este Owen, alumno brillante en la universidad, hijo
único y sin grandes pretensiones materiales ni sociales, pero dotado de un
atractivo que gusta a las mujeres, su falta de interés por las farras y el
alcohol, que suele ser el foco de atención de los hombres en Middle Falls, la
ciudad donde ha establecido su empresa E-O Data, y su hogar.
Es indudable que
se trata de una novela que recorre minuciosamente un periplo de tiempo completo,
la vida entera de Owen, que va de 1920 a la era actual, detallando muchos aspectos
históricos conocidos en la historia del
mundo y particularmente de los Estados Unidos, avanzando morosamente hacia lo
que de fondo nos quiere en verdad contar, el cambio y la importancia de la
sexualidad, sus anticuadas costumbres versus la nueva realidad gracias a la
tecnología y al descubrimiento de la píldora, que a partir de los años sesenta
liberó a la mujer norteamericana del cuidado del embarazo. Es allí donde se
focalizará finalmente la narración, introduciendo al lector en la vida sexual
de Owen, quien no ha dejado de buscar el placer que no alcanza en su vida
matrimonial. Phyllis, se ha dedicado por entero a los hijos, según sus mismas
amigas en Middle Falls critican, y se presenta como demasiado orgullosa frente
al tema, mirando con cierto desdén intelectual un asunto que a ella
definitivamente no le importa, lo que no significa que no ame a Owen, muy por
el contrario, lo ama tanto que estará dispuesta a aceptar en silencio las
infidelidades de su esposo.
Updike es un
narrador minucioso en el detalle, capaz de detenerse en la descripción tanto del
paisaje como de una calle, una habitación, un rostro, pero donde realmente denota destreza máxima es
a la hora de las relaciones íntimas entre Owen, su mujer y sus amantes. Introduce
al lector en la cuestión sexual con esa naturalidad propia que desborda la
literatura norteamericana del siglo XX, penetrando una corteza donde pocos
narradores pueden entrar, sin caer en la vulgaridad o directamente en la
pornografía. En ese sentido, hay un verdadero interés por tratar de analizar y
comprender la esencia del asunto, describiendo sus procesos, a fin de postular
alguna tesis plausible, que pueda tal vez ser útil para otros.
Mujeres, en consecuencia, es una novela
que busca retratar el misterio de la sexualidad de ambos sexos, explorando a
partir de la experiencia de Owen, el protagonista, quien terminará
divorciándose de su mujer por causa de lo mismo, del misterio que lo aparta de la mujer que
ama, pero que ya no desea, acaso porque ha vivido una vida junto a ella
sintiéndose rechazado y postergado, en tanto ha descubierto que hay otras
formas, otros caminos fuera de casa para alcanzar el placer. La novela no habla
del amor en términos valóricos, como categoría máxima del espíritu, aunque hay
evidencias claras de su presencia, sino de esa necesidad orgánica y mental por
alcanzar el placer que todos, o casi todos necesitan, y que no sabemos si es
puramente biológico o mental, pero que las sociedades más desarrolladas han
sabido en los últimos cien años poner en cuestión, avanzando hacia aquello que
Freud nominó Ello, y lo griegos supieron nombrar Dionisos.
John Updike es
un narrador que no dejó de sorprender hasta sus últimos días, yendo siempre, a
mi juicio, de menos a más, a pesar que fueron sus primeras novelas las que
dieron más fama que las posteriores. Pero son estas últimas, las imperdibles.
Miguel de Loyola
– El Quisco – Enero del 2019
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