Un narrador
protagonista nos introduce en su conflicto existencial a partir del tedio que
padece. El tedio en tanto estado de ánimo disociado de algún interés particular,
donde la falta de nexo con la realidad parece ser la causa de la crisis.
Dino es un pintor
de treinta y cinco años que está aburrido de pintar. También le fastidia el
mundo fastuoso de su madre, del que termina por apartarse. En suma, es un tipo
aburrido de cuanto lo rodea, que vive la crisis del lienzo en blanco, sin poder
conseguir plasmar ningún trazo que lo entusiasme a proseguir su actividad
artística. No existe ningún motivo que lo ate a la realidad para salir de ese
tedio que lo mantiene inmovilizado, marginado en su estudio y en reflexiones
aciagas, hasta la repentina aparición de Cecilia, muchacha joven de quien se
enamora y le sirve en parte de vehículo para conectarse poco a poco otra vez
con la realidad, aunque no del todo. Cecilia,
una mujer joven de apenas de diecisiete años, resulta ser tan
desinteresada del mundo como Dino.
Lo interesante
de la novela no pasa por la anécdota en sí misma, puesto que recrea una
relación amorosa como hay tantas otras descritas en las novelas. Si no en el
desglose que hace el narrador capa a capa de la conciencia del protagonista
respecto a sus estados anímicos, para mostrar ese mundo oculto que gravita en
toda conciencia, pero al que pocos pueden acceder o son capaces de recrear de
manera concreta en un texto narrativo. En este sentido, el valor está en la
penetración de la conciencia de Dino y Cecilia, hasta dejarlos en más de algún
momento al desnudo, transfigurándose en un reflejo del lector, en un sentido
analógico, por cierto.
Las descripciones
y percepciones de Dino respecto al sentimiento de amor carnal son tan
detalladas y minuciosas, que ponen en la mente del lector todo cuanto es
posible sentir por una mujer tras el deseo de posesión. La intelectualización del
sentimiento desborda hacia esos horizontes que llamamos estéticos, donde la
razón no llega, pero la intuición se expande al infinito.
Alberto Moravia deconstruye magistralmente en esta
novela la conciencia amorosa de un modo semejante a como lo hace en su novela El desprecio, con la única diferencia
que aquí va todavía más lejos en el detalle y morosidad del relato de episodios
complejos, referidos a la intimidad de las relaciones amorosas.
Miguel de Loyola – Santiago de
Chile - Año 2002
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