La expresión: el rico no sabe lo que tiene, no sólo dice relación al rico, sino a todo aquel hombre extraviado por ceguera, a quien no es capaz de darse cuenta de la realidad. La expresión expresa muy bien hoy día nuestra realidad nacional. Aquí, definitivamente, hace rato que el rico no sabe lo que tiene. Y lo más sorprendente: son los jóvenes los más ciegos, aunque también algunos viejos que perdieron la memoria o padecen alzhéimer. Pocos recuerdan las miserias del pasado. El hambre y la pobreza que asolaba al país de Arica a Punta Arenas. Para el mundial del 62, por dar un ejemplo, la mayoría iba al estadio a pie pelado. Si señor, a pie pelado. Hoy día la juventud usa zapatillas que valen una fortuna. Es decir, el rico no sabe lo que tiene. Ya quisiera yo haber tenido entonces alguna de estas zapatillas de nuestros jóvenes indolentes. Entonces tales maravillas ni siquiera llegaban al país. Sólo las usaban los hijos de millonarios que podían viajar al extranjero…
Entrar a la universidad era otro sueño imposible,
porque era requisito indispensable obtener puntaje de excelencia, y aún así muchas
veces no se conseguía estudiar la carrera deseada. Hoy día, los jóvenes entran
a las universidad con puntajes vergonzosos, y para colmo, a la carrera de su
agrado. Otra vez, el rico no sabe lo que tiene. Entrar a un restaurante,
servirse algo fuera de casa, era un sueño lejano para un joven chileno de los
70, a lo más podía aspirar a pagar una cerveza en un bar de mala muerte y a un
sanguchito de jamón o queso en el mejor de los casos. Hoy los pub y restaurante
pasan repletos de jóvenes exigentes.
Lo mismo ocurría a la
hora de aspirar a comprar una botella de destilado importado. A lo más, entre
varios alcanzaba para una botella de grapa o ron nacional que —gracias a dios—
hoy día no existen, porque equivalía a tomar veneno directamente de la botella.
Sin embargo, se insiste en inocular la idea en los jóvenes de un pasado glorioso,
cuando Santiago no era más que una ciudad provinciana, pobrísima comparada a
otras capitales de América, a la vecina Buenos Aires, ni hablar. Nuestros
vecinos nos llevaban cincuenta años por delante.
Hay que recordar
también que este rincón del mundo llegaba un avión a la semana, hoy día van y
vienen varias docenas a diario. El rico no sabe lo que tiene, una frase
antigua, sí, pero con vigencia inalterable.
Miguel de Loyola -
Santiago de Chile – Año 2005
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