En la novela Lejos del mundanal ruido, Thomas Hardy recrea una historia de amor con la maestría que caracteriza su pluma. Destaca el perfil acabado de los personajes, el manejo de la trama y la descripción de los ambientes.
Se ha visto que Hardy
en sus novelas enfrenta como eje central las relaciones amorosas, proyectando
sus conflictos de acuerdo a la época de referencia. Su alcance, sin embargo, trasciende
los deslindes temporales y consigue todavía en nuestros días la atención del
lector a ese respecto. La relación entre un hombre y una mujer tiene una
constante atemporal: la pasión, esa fuerza motriz que lleva a hombres y mujeres
a sufrir o a gozar sus consecuencias. Hardy la describe, cuestiona y atrapa en
sus novelas como un cazador a su presa.
Batsheba la
protagonista de esta novela, congrega en torno suyo el interés y la mirada de
los hombres. Situación que se repite en cualquier época frente a las mujeres
hermosas. Es una joven que además de sus atracciones físicas, destaca por su
desplante, por sus convicciones firmes y determinantes. Es sin duda la heroína,
el personaje sobre quien gira el eje central de la historia. Una constante en
la obra del novelista inglés.
En un segundo plano, rondan
sus fervientes pretendientes: Gabriel Oak a quien conocerá primero, el sargento
Troy que irrumpe en su vida de manera imprevista, y el hacendado Boldwood, su
vecino. Los tres disputan su amor, cada uno a su manera, de acuerdo a sus
personalidades. La novela perfila muy bien sus caracteres mediante sus acciones. He ahí la capacidad
mayor de un narrador. Proyectar a sus personajes no por lo que dicen si no por
lo que hacen. Hardy lo consigue fácilmente, es un escritor experimentado en el
arte narrativo, sabe también —ya en ese época— inducir al lector a sacar sus propias
conclusiones, aunque quizá en esta novela, más que en otras, notamos mayor
intervención.
La historia permite
una entrada panorámica a la vida rural de Inglaterra en plena época victoriana,
a observar la relación del latifundista con sus inquilinos, a las costumbres y
usos de aquel entonces en los campos ingleses. Sorprende la visión de mundo de
esos seres en relación con la nuestra de esos mismos tiempos. La personalidad
de la mujer nos parece adelantada para su época. No así la de los hombres,
quienes se proyectan como prototipos equivalentes a los nuestros. En ese
sentido, habría que destacar esta diferencia como una de las características de
Hardy, quien ve a la mujer muy por encima de los hombres, en torno a ella gira
el mundo. Es ella quien lleva la voz cantante, aunque una vez pasado el
esplendor de su juventud, asuma un rol menos determinante. Desde luego, habría
que recordar que el reinado de la reina Victoria duró cerca de cien años, y no
hay duda que lo femenino fue preponderante.
Las relaciones
amorosas de Batsheba permiten al lector configurar el universo de expectativas
del personaje. Primero, resulta evidente que tiene las ideas muy claras al
respecto. Se proyecta como una chica perspicaz, dotada de una inteligencia que
excede a su época, salvo cuando irrumpe en su vida la pasión. Esa fuerza motriz
incontenible que puede llevar a los amantes al infierno o a la salvación. La
heroína cae en su influjo, como caen todos los amantes. Es una fuerza motora
que no puede controlar la razón, a pesar de las normas y mitos creados por la
humanidad para sujetarla.
Los pretendientes de
Batsheba constituyen una síntesis de los prototipos de amantes de todos los
tiempos. En ese sentido, la configuración de sus personalidades alcanza
completa universalidad. Cada uno representa un estereotipo que se viene
repitiendo siglo tras siglo, con son sus mismos derroteros, sus mismos errores
y fracasos en su aventura por la conquista de una mujer. Ya lo dijo Nietzsche: el
hombre ama la aventura, y la mayor aventura del hombre es la mujer. Hardy en
sus novelas lo demuestra.
Miguel de Loyola –
Santiago de Chile – Abril del 2021
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