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El discurso crítico del Escritor

El Escritor ha sido invitado esta vez a compartir una mesa redonda, donde se discutirán las políticas culturales llevadas a cabo en los últimos tiempos en el país. Desde luego, se encuentra muy sorprendido por la invitación. Hasta aquí nunca lo habían considerado en tales casos. Y, por cierto, el cóctel, promete, concluye apenas reconoce esa mañana en medio del gentío presente en el auditorio, a ciertas autoridades importantes.

La generación de los 80. Placa G - 80

Con las iniciales G-80 fui marcado a fuego, sin que nadie me lo preguntara, por supuesto. Esa es una de las mayores libertades con las que contamos para enfrentar esta “vida de animales”, como dice Parra en su Autorretrato. Corrían en Chile tiempos tristes para unos, y buenos para otros. Eso lo entendería muchos años más tarde, al ver bien a los que ayer estaban mal, y mal a los que en esos años estaban bien.

París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas.

Nuevamente Enrique Vila - Matas nos sumerge en su inagotable divagar en torno al oficio del escritor y por extensión, del artista en general.

La amenaza de la Conchinchina

Hubo un tiempo en que se amenazaba a los niños con mandarlos a la Cochinchina cuando cometían alguna fechoría. También a los mimados y mañosos se los amenazaba lo mismo. A la Cochinchina, posiblemente entonces un lugar más imaginario que real para muchos, aunque ahora sepamos que se trataba de un país ubicado al otro extremo del mundo, hoy llamado Vietnam.

Imbuches y otros formas de castración en la poética de José Donoso.

En muchas ocasiones oí hablar a José Donoso de imbunches en su taller. Un concepto sacado de la mitología mapuche que a él le producía bastante inquietud. Por cierto, su desarrollada imaginación de novelista por excelencia, lo llevaba siempre más allá del mito y leyenda chilota, traspasando la idea metafóricamente hacia otras formas posibles de castración -no sólo corporal-  como señala el mito, sino también psicológica, aquellas practicadas por las diferentes culturas a lo largo de la historia para acallar las voces incomprensibles del inconsciente, y preservar así la cultura de la tribu, su orden, estabilidad y permanencia.

¿El libro, ha muerto?

Parafraseando a Nietzsche: El libro ha muerto. Parece que lo mataron los hombres. Esos hombres masa que como los bárbaros ayer, arrasaron con templos y palacios. ¿Cuántos lectores van quedando en el mundo? ¿Cuántos lectores van quedando en Chile? Hablemos sin vendas en los ojos. El libro ha muerto, ha nacido la nueva era audiovisual, me comentaba hace unos días un viejo amigo librero, cansado de luchar contra los molinos de viento. La gente ya no compra libros, concluía, la gente tiene dinero para todo, salvo para comprar un libro, puede gastarse el sueldo completo un viernes por la noche en un centro nocturno, pero el libro siempre lo encontrará caro para su presupuesto.

El caso Kurilov, Irene Némirovsky.

Irene Némirovsky no deja sorprender a este lector. El caso Kurilov es otra de sus obras breves de factura brillante. En pocas páginas concentra bastante más sustancia de la que muchos hoy no logran escribiendo miles. La genialidad de esta autora es tal, que cuesta imaginarse cómo y en qué momento escribió sus obras, cuando sabemos que fue perseguida y finalmente ajusticiada en una campo de concentración nazi.

El divino fracaso, de Rafael Cansinos Assens (1882-1964)

He aquí un ensayo memorable, que hoy por hoy llegaría al hueso de muchos desencantados. Publicado en 1918, interpreta las vanidades artísticas, de los aristas de todos los tiempos. Nosotros, por cierto, vivimos la era del desencanto, del llanto y la frustración egocéntrica, acaso porque alguna vez pensamos -o nos hicieron pensar- que seríamos inmortales o famosos, que lo bueno o lo mejor, se hallaba justo al otro lado, en la rivera opuesta, y aprendimos así a codiciar la otra y a despreciar la nuestra.

Intimidad, Hanif Kureishi.

En Intimidad , el escritor Hanif Kureishi, de nacionalidad inglesa y origen pakistaní,  somete al lector a una difícil  prueba psicoanalista: oír al narrador sus cargos y descargos respecto a la inminente decisión de dejar a su esposa Susan, con quien lleva seis años de matrimonio.

La sastrería

Vengo a la prueba del traje, dijo el Escritor. Adelante, pase adelante, contestó la secretaria abriendo la puerta. El Sastre lo atenderá en unos minutos. El Escritor paseó la mirada por la antesala, antes de sentarse en un sofá, mientras la señorita avisaba por citófono su presencia. 

La soledad de Huidobro.

Impresiona el estado de abandono en que se encuentra la tumba del poeta Vicente Huidobro en Cartagena. Un perfecto desconocido para la gran mayoría, por cierto, sobre todo en estos tiempos de barbarie, cuando las masas desbordan los balnearios de la ayer llamada Costa Azul, y hoy día intitulada Litoral de los Poetas, en honor a los mismos, se entiende. Pero no hay tal, los municipios no pueden con las hordas que asolan en verano los balnearios, dejando inmundicias desparramadas por cualquier parte. Hasta en las tumbas,

Victoria, Joseph Conrad.

Victoria es posiblemente la obra cumbre de Joseph Conrad. Una historia contada en tono mesurado, sin estridencias, permitiendo esa lenta inmersión del lector en el tema,  ambiente y personajes. Estamos frente a un narrador minucioso que no escatima tiempo para llevarnos a la reflexión personal.

Ricardo Piglia, Prisión Perpetua. (In memorian)

El escritor argentino Ricardo Piglia, quizá sea el más legítimo discípulo de Borges. Mediante el uso de una prosa pulcra, libre de retruécanos y yuxtaposiciones, sumerge al lector en aquel plano donde la ficción se funde y confunde con la realidad. Piglia, siguiendo los guiños del maestro, advierte también al lector que el arte de la ficción es un artificio que permite jugar con lo posible y lo imposible, con el ser y la nada, con lo real y lo imaginario, dejando al lector sumido ante el espectáculo fabuloso de la ambivalencia de todos los conceptos.

Duma Key, de Stephen King.

Duma Key narra la nueva vida de Edgar Freemantle, quien luego de sufrir un grave accidente, perder un brazo, quedar medio cojo, termina transformado en un artista, en un afamado pintor, cuyas primeras obras  consiguen un éxito rotundo.